La educación es un derecho humano, una responsabilidad colectiva y una fuente de innovación para diseñar el futuro que queremos, por eso se hace fundamental entender la importancia de abordar una reflexión sobre si tenemos el sistema educativo que nos permite crear profesionales capacitados para poder enfrentar los desafíos del mañana.
Ya lo dijo Irina Bokova, la Directora General de UNESCO, “necesitamos un cambio fundamental en la forma en que pensamos sobre el rol de la educación en el desarrollo mundial, porque tiene un efecto catalizador en el bienestar de los individuos y el futuro de nuestro planeta…Ahora más que nunca, la educación tiene la responsabilidad de estar a la par de los desafíos y las aspiraciones del siglo XXI, y, de promover los tipos correctos de valores y habilidades que llevarán al crecimiento sostenible e inclusivo y a una vida pacífica juntos”.
En el caso de la industria energética el desafío está claro, necesitamos abordar la transformación de la industria y sus procesos hacia sistemas más “verdes”. Y no me refiero únicamente a la transición hacia las energías renovables, sino también a la optimización de procesos de energías no renovables para disminuir su impacto ambiental en la medida que sea posible.
Sin duda, en los últimos años, hemos alcanzado grandes avances en el desarrollo de una fuerza laboral respetuosa con el medio ambiente y cada vez son mayores los esfuerzos de los países a nivel mundial en esta materia. Sin embargo, el siguiente paso debe ser entender que este cambio de mentalidad hay que instalarlo en la mente de los nuevos talentos en momentos más incipientes para que sea entendido como la base del modelo de trabajo, y este momento es la educación universitaria, cuando los jóvenes se especializan en sectores profesionales y están cerca de empezar a ejercer en ellos. Ahora, ¿cómo abordamos este cambio?
En mi opinión es un tema de discurso en valores, debemos apostar por una estrategia educativa no tan centrada en los conocimientos en sí, sino en la modificación de los actuales estilos de vida, los parámetros consumistas de la civilización, los valores imperantes que, en definitiva, hacen que lo verdaderamente insostenibles sean nuestras vidas.
Este cambio en la forma en la que entendemos la educación para las futuras generaciones, nos va a permitir introducir en el tejido empresarial e institucional elementos claves que modifiquen procedimientos, políticas, la manera de relacionarnos con la naturaleza, e incluso el funcionamiento de los mercados. Por ende, si me preguntaran qué competencias fundamentales se deberían incluir para trasladar esta visión, diría las siguientes:
- Minimizar al máximo el impacto medioambiental de las actividades industriales y económicas.
- Asumir un código ético de conducta y de acción, en base a una estrategia de sostenibilidad.
- Atender al avance constante de la tecnología y evaluar su impacto.
- Saber trabajar en entornos multi e interdisciplinares.
- Entender el impacto negativo que genera una actividad a nivel ambiental, social y económico para tratar de reducirlo.
Creo que si apostamos por este cambio de pensamiento en nuestro modelo educativo, estaremos más cerca tanto de tener los profesionales que necesitamos en las industrias, como de ser los ciudadanos que debemos para respetar el mundo en el que vivimos.