Hace unas semanas, reflexionaba sobre el papel que la tecnología juega en nuestras vidas, y es que durante los últimos años, se ha convertido en un elemento indispensable. Desde teléfonos celulares, relojes inteligentes hasta smart homes y coches autónomos. También a nivel industrial, la penetración de la tecnología en los procesos es abismal,continuamente ayudando a mejorar temas tan importantes como el cálculo de resultados, la de tiempos o el incremento de la seguridad. Sin embargo, ¿en qué posición queda la tecnología cuando hablamos del medioambiente?
Sin duda, la tecnología nos brinda grandes oportunidades de desarrollo y crecimiento, y tenemos muchos ejemplos de cómo la tecnología y los algoritmos nos ayudan a mapear y proteger el ecosistema. Un ejemplo es la utilización de drones en Australia para sobrevolar los arrecifes y recoger datos sobre su blanqueamiento, o como la ONG The Nature Conservancy está generando un algoritmo para evitar la pesca ilegal.
Sin embargo, a pesar de esto, parece que nadie se libra de “dañar” el medioambiente y por lo tanto, poder aportar su granito de arena para enfrentar esta problemática es necesario ya que la tecnología también nos plantea el desafío de lo que se conoce como “la contaminación de los algoritmos”.
¿Sabías que al igual que muchas de las actividades que realizamos en nuestro día a día contaminan el medioambiente, enviar un correo electrónico, o cada línea de código que se escribe para programar un sistema de inteligencia artificial también se traduce en contaminación? Entonces, ¿cómo podemos saber la manera en la que la actividad de los usuarios en Internet repercute en el medioambiente?disminución
En realidad tiene sentido, y es que el incremento exponencial en el uso de internet y la inteligencia artificial durante los últimos años, hace que cada vez se necesite más energía para apoyar la computación masiva que hace esto posible.
Pues bien, esta es la pregunta que se han hecho desde el Instituto de Inteligencia Artificial (Mila) de Quebec (Canadá) junto a un equipo de ciencia de datos del BCG y la Universidad de Pensilvania. Y para poder responder, han desarrollado CodeCarbon, una herramienta de código abierto capaz de cuantificar cuánto dióxido de carbono genera la programación de algoritmos.
Así, de acuerdo al artículo de El País Retina, “el sistema consiste en añadir una línea de código más, que se encarga de calcular la cantidad de dióxido de carbono producido por los dispositivos utilizados para ejecutar el código. Después, se muestran los resultados comparados con datos como los kilómetros conducidos o las horas de televisión vistas en un hogar promedio. Así los programadores pueden hacerse una idea tangible de cuánto está contaminando su código”. El objetivo de esta herramienta no es otro que incentivar a los desarrolladores a optimizar la eficiencia de su labor.
Sin duda, nadie se libra de este desafío, y este es un ejemplo más de cómo todos, personas individuales, organizaciones, instituciones e industrias completas, debemos poner de nuestra parte para optimizar nuestro trabajo y disminuir nuestra huella. Desde Nakasawa también hemos aportado nuestro granito de arena para enfrentar este desafío aumentando la productividad y eficiencia de los pozos petroleros con nuestra tecnología Super Matroid Heater.
Y tú, ¿quieres saber aproximadamente cuánta contaminación produces en tu día a día? En este enlace te ayudan a hacer el cálculo para que puedas tomar medidas y aportar tu granito de arena.