Este artículo que leí en Havard Business Review es una de esas piezas cuya idea es tan acertada, que no importa cuando se haya publicado: se publicó en el 2013 y sigue siendo perfectamente relevante al día de hoy. Básicamente nos explica que el problema de la innovación no es que no hayan suficientes ideas, sino que muchas veces no logramos reconocerlas. Nos cuenta que esto se debe principalmente a la incertidumbre, riesgo y duda que pueda acompañar algo nuevo, algo diferente, o algo creativo. 

Una realidad que todos en algún momento enfrentamos es que el miedo es un villano muy poderoso. Por miedo a lo desconocido, al riesgo, a la inestabilidad, o a la falta de control cometemos una cantidad de decisiones que pueden habernos costado algo increíble. 

Un verdadero emprendedor no lo es por su trabajo, lo es por su manera de pensar. Hay grandes ideas, hay pequeñas ideas, hay ideas prácticas, hay ideas valientes, hay ideas convencionales y hay ideas revolucionarias. El verdadero emprendedor práctica el reconocer el valor de las ideas, sin solo dejarse llevar por que tipo de idea sea. A veces las mejores las tenemos justo debajo de las narices; a veces solo con un segundo vistazo nos damos cuenta que algo que no tenía valor puede llegar a ser invaluable.